Cuando una puerta se cierra….aunque tu no quieras.

En la vida muchas veces se nos cierran puertas, ya sea en el trabajo, en la amistad o en el amor. Cuando se nos cierran intentamos de cualquier modo abrirlas, entender las razones y nos quedamos en frente de ellas con la, normalmente, falsa esperanza de que esa puerta se vuelva a abrir. A veces las medio esperamos y en otras ocasiones nos pilla totalmente fuera de juego. No esperamos que nos despidan si el dia anterior no han dicho que trabajamos mejor que nunca, ni que nos dejen si un dia antes nos han dicho te quiero…pero hay gente para todo y eso es algo que, por desgracia, no podemos controlar.

Observar esa puerta durante uno días es incluso sano, al menos para no quedarnos con el pensamiento tan malo que es el “y si”; y si hubiese esperado, y si hubiese hecho algo, y si, y si…pero cuando ya pasa un tiempo prudencial en el que incluso, quizás, hayamos podido intentar cosas por recuperar lo perdido sin éxito alguno, debemos quitar nuestra mano del pomo de la puerta, mirar hacia delante y comenzar a caminar. Al principio no podremos evitar mirar esa puerta, aun con esperanza y muchas veces con incomprensión, pero, aunque volvamos la cabeza debemos seguir caminando.

A lo largo del camino de nuestra vida veremos muchas puertas, unas no se abrirán, otras si…pero algo esta claro, si aquella que dejamos al fondo no esta bien cerrada la corriente que originara hará que las nuevas no puedan abrirse y nos obligara a mirar a la del fondo, impidiéndonos de nuevo seguir con nuestro camino.

Quizás debamos retroceder, cerrar esa puerta que solo nuestra esperanza y no la realidad ha mantenido abierta y cerrarla, definitivamente para siempre.  Continua tu camino, con paso fuerte y seguro de ti mismo porque si algo/alguien no te valoro, no té quiso o no te ayudo está claro que no ha de estar a tu lado. Ademas, recuerda, la puerta se abre desde ambos lados así que si algo tiene que resurgir no depende solo de ti, por lo que si nunca viste que se moviera si no la movías tu, en serio, ciérrala.

Deja que las lagrimas caigan por tus mejillas porque es normal que sientas dolor, deja que la rabia se acumule en tus manos porque es lógico sentirte así, pero según vayas caminando por ese pasillo la brisa de las ventanas que se van abriendo secaran tus lagrimas y relajaran tus músculos, poco a poco esa puerta quedara lejos, poco a poco no habrá mas lagrimas y sin darnos cuenta esa rabia desaparecerá.

El camino puede ser tan largo como quieras, pero cuanto más lo sea más sufrirás. Quizás sea el momento ideal para que, por fin, pienses en ti.

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