Cuando somos nuestro peor enemigo

Como sabéis, me gusta escribir sobre las cosas que me voy encontrando o sobre problemáticas o ideas que me van surgiendo.

Algo de lo que te das cuenta en terapia es que muchas veces somos nuestro peor enemigo. Los seres humanos tenemos una gran capacidad de machacarnos a nosotros mismos y eso, claramente, es un problema.

Frases como “yo jamás lograre esto”, “la vida es una mierda”, “soy lo peor”, “me merezco que me pase todo esto”, etc… las escucho continuamente en mis sesiones.  Como siempre digo cuando escribo algo, hay que tomar lo que escribo de forma general y no de forma particular pues hay casos y casos.

¿Tienen algo en común las personas que suelen mandarse estos mensajes autodestructivos?

Lo cierto es que tras mis años de experiencia me atrevería a decir que sí. Normalmente las personas que más utilizan este tipo de auto mensajes suelen ser personas que han experimentado vidas mas o menos complicadas y que, y aquí viene el denominador común, no han podido procesarlas correctamente.

Hay personas que objetivamente han tenido vidas muy difíciles, llenas de problemas y que, sin embargo, han sabido o han podido procesarlos y han aprendido una forma de quererse o cuidarse que les ayuda en el día a día. A la vez puede haber personas con vidas, al menos en primera instancia, más sencillas a los que esos problemas, por lo que sea, les haya superado y que, por tanto, no hayan podido procesarlos dando lugar a unas inseguridades más marcadas.

En general, la inseguridad y la baja autoestima suelen estar muy presentes en este tipo de personas. Averiguar de dónde viene esto y trabajarlo es básico para poder modificarlo.

¿Por qué me doy estos mensajes?

Pues sencillamente porque realmente nos creemos lo que decimos. Realmente creemos que nos merecemos cosas malas o que no nos quieran o que todo es una “mierda”. Son lo que denominamos en psicología: creencias irracionales (puedes saber más sobre ellas en mis artículos de distorsiones cognitivas).

Aunque pueda resultar confuso, estas ideas o creencias ejercen su función. En algunos momentos incluso nos han podido venir bien, pero es difícil que este tipo de mensajes nos faciliten la vida a la larga.

Decirnos por ejemplo que “la vida es una mierda” puede en su momento habernos ayudado a canalizar la rabia, el enfado o la tristeza durante un tiempo. Pasado ese tiempo pierde su funcionalidad y de tanto decírnoslo termina convirtiéndose en una creencia tan arraigada que nos cuesta negarla incluso aunque la circunstancia que la originó ya no exista.

¿Puedo modificar estos pensamientos auto destructivos?

En terapia yo trabajo con mis pacientes para que se cuestionen la realidad de esas creencias. Trabajamos juntos para poner sobre la mesa esas ideas y enfrentarnos a ellas. Parece sencillo, pero no lo es ya que las cosas que creemos totalmente verdaderas son difíciles de cuestionar. ¿Significa esto que no se pueden cambiar? Afortunadamente no, por supuesto que se pueden cambiar igual que se cambia de idea con los argumentos adecuados. La cuestión es, a veces, encontrar esos argumentos y en muchas ocasiones uno solo no es capaz de hacerlo y necesita ayuda de un profesional.

A la vez que cuestionamos esas creencias es importante o más bien imprescindible lograr averiguar cuándo y por qué se crearon las susodichas en nosotros. Conocer su origen nos ayudará a eliminarlas desde la raíz y a crear ideas mucho más correctas y, sobretodo, beneficiosas para nosotros.

Pero… ¿Y si parte de lo que me digo es realmente cierto?

A veces cosas que nos decimos tienen una base. Por ejemplo, he tenido casos de personas que se culpan por sucesos donde realmente tienen la culpa, también casos de personas que piensan que no se merecen ser felices porque han hecho cosas malas que sí, realmente no eran adecuadas.

La cuestión aquí no es librarnos de esa culpa ni hacer que no hemos dañado a alguien. En estos casos lo importante es aceptar que eso ha sucedido, solucionar aquello que se pueda solucionar y, muy importante: perdonarnos a nosotros mismos.

Esto último puede sonar fácil, pero es tremendamente complicado. Dependiendo de la magnitud de la situación o suceso, así como de la personalidad del sujeto será mas o menos complicado llegar a conseguir algo tan importante como es aceptar que hemos hecho algo mal, que igual no podemos solucionarlo y que debemos aprender a vivir con ello.

 

“Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”

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