El miedo a nosotros mismos (Metafora del gato)

Había una vez un gato, que al igual que todos los gatos le gustaba curiosear y descubrir todo lo que había a su alrededor. Solía ir a la orilla del mar a jugar con las conchas, con los cangrejos, a correr cuando venían las olas…Un día de los que estaba en la playa, hubo una tormenta y el mar se enfureció. Al gato se le pusieron los pelos de punta de todo su cuerpo, y se lanzó a correr y no paró hasta llegar a su gatera. Después de esto decidió, no volver a ir a la playa por si acaso volvía a ocurrir algo parecido. Otro día, estaba jugando entre las remas de un árbol grande, y de pronto, oyó un sonido extraño, y otra vez ocurrió algo parecido, todo su cuerpo se erizó, y sin ni tan siquiera comprobar si había algún peligro, salió a todo correr hacia su gatera, y decidió no volver a ir a ese árbol.

Esto mismo le ocurrió más veces, hasta que al final casi no tenía sitios a los que ir a jugar y a curiosear. Pero lo que pasó entonces, es que un día, estando dentro de su gatera se erizó, se erizó completamente y ahora ya si que no tenía un sitio al que salir corriendo. Decidió consultar con el gato sabio de su manada y le dijo: “Gato sabio, donde quiera que vaya existen peligros, lo sé porque mi cuerpo se eriza para advertirme, ¿cómo hacen los demás gatos para no poner en peligro sus vidas?

El gato sabio le contestó: “A todos los gatos se les eriza el pelo a veces, esto no indica que exista algún peligro. Lo que a ti te pasa es que es aprendido a temer esa reacción que tu cuerpo tiene, y con ello a quien temes es a ti mismo. La forma de salir de todo esto, pasa por aceptar que como gato que eres, tendrás esa reacción muchas veces en tu vida. Y cuanto más quieras detenerla más aparecerá.  Ve a la playa y espera a que todo tu pelo se erice, no corras, aprende cono funciona y así lo dominaras. Después ve al árbol y haz lo mismo. Y así, con cada uno de los sitios que conozcas. Espera a que te erices todo lo que puedas y acéptalo. De ésta forma dejarás de temer algo que es tuyo, algo que es parte de ti.”

Y así lo hizo, le costó un poco, pero lo logró, trataba de provocarse el erizamiento de sus pelos hasta que dejó de asustarle, y volvió a todos los lugares a los que había dejado de ir, y comenzó otra vez a jugar y a curiosear, tenía un montón de cosas por descubrir.

 

NOTA: A veces somos nosotros mismos los que no aceptamos nuestros miedos. Tener miedo no es nada malo siempre y cuando no nos paralice. Conocernos y aceptarnos son dos aspectos claves para poder enfrentarnos a la vida.

Escribe un comentario